viernes, 25 de abril de 2008

Ojos vendados, cerebros en stock

Si te atrapan unos ojos, coge la linterna y camina. Quedarse quieto no es una buena opción .Olvídate de dejar señales, porque te vas a perder, así que lo mejor es que andes. La salida como tal no existe, si acaso serán esos ojos los que te dejen ir.
Andaba yo con mi traje de capitán Pescanova, que como práctico y bonito deja mucho que desear, pero es de capitán. Andaba yo, decía, con las manos en los bolsillos (la próxima vez vaciaré los bolsillos antes de meterlo en la lavadora, demasiadas pelotillas blancas para mi gusto) y mirando al cielo; ni una sóla nube, bueno una, pero sólo una. Hacía un Sol de justicia (mucha calor, vaya, no he entendido nunca mucho el concepto ese de justicia porque, por las mismas, un microondas podría ser un mini tribunal de lo penal, ¿no?) y las botas me hacían rozaduras en los pies, quizás los calcetines de lana contribuyesen a la causa, pero las botas de goma no estaba libres de culpa, que lo se yo. El jersey de lana picaba mucho, los pantalones de pana me estaban cociendo a fuego lento y los calzoncillos de cuello largo se estaban empezando a fusionar con mi cuerpo. Como capitán las estaba pasando canutas.
Andaba yo, decía, y llegué a una de esas terrazas que están a pie de playa. Agosto....una sola nube....pues su clientela tenia la terraza aquella. Fué ahí dónde la vi. Me acerqué a ella con el talante y el porte de capitán y le dí los buenos días (titubeé, porque faltaba poco para las 12 del mediodía). Estaba sentada con cuatro compañeras más que no guardaban sus risas, fruto del nerviosismo, me dije.
-Buenos días tengan ustedes, señoritas
-Jajajajajajajajaa!!!! Pero, hombre, quítate toda esa ropa, que te vas a desintegrar.
Deduje que estaba muy impresonada pero, a pesar de lo atractivo de la proposición (un tanto descarada, pero irremediablemente nutritiva para el ego) decidí declinarla de la mejor manera posible, procurando no ser muy grosero.
-Por usted haría lo que fuere menester, pero he de significarle que yo, desnudo, pierdo mucho.
Las risas de la mesa pasaron ipso-facto a ser puro llanto y ahogo, en especial ella.
Cuanta intensidad, reconozco que no debería de haberme acercado tan impetuosamente, perdí la conciencia de lo que supone estar ante un tipo como yo. No pude más que alejarme y dejarlas sumidas en su pesar, no creí conveniente alargar más su pena con palabras que no hubiese sofocado tal situación.
Si te atrapan unos ojos, declárate insuficiente, encomiéndate a tu mayor fe, y despídete de la cordura que te vió nacer y que en tanto ha empezado a suceder has dejado a un lado. Y sobre todo, pase lo que pase, haz caso omiso del reo de unos ojos.

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