miércoles, 22 de junio de 2011

nana de ná

Canta, cuenta y dile al viento

que no es eco, que es tu voz.

Deja que se vaya ya el silencio,

rápido y lento, de dos en dos.

Junta los hombros, y enseña tu "no sé"

haz una mueca, y diviértete de no saber

que al fin y al cabo, y por una vez,

puede que salga bien.

viernes, 22 de abril de 2011

No fui yo

No la conozco demasiado, y a decir verdad, quizá tampoco la vaya a conocer mucho; demasiadas puertas traseras...
Me contaba que tuvo un importante ascenso laboral en su boca y decidió apretar los dientes sesgando ocho centímetros de prepotencia y escupiendo con orgullo un futuro que, seguro, hubiese pasado por estar encima de una gran mesa de despacho. Después de eso, la conversación fue un intercambio de silencios y de miradas que inevitablemente se acompañaban por un encoger de hombros y una mueca.
Pasaron muchos días hasta que tuve noticias de ella, y desgraciadamente de rebote. "Ella es así" me dijo una amiga suya... como aquel anuncio de los 80's, lo cual no me consoló en absoluto porque "yo soy así" también. No me contestó a ningún mail y suerte que no tenía su teléfono, hubiese sido más fustrante.
Todavía me quita un poco el sueño, más que nada porque yo me la tomé a pecho y ella me tomó como aquel tipo grande y simpaticón del garito que le dedicó su atención y que ahora es un poco pesadito... o eso me está dando a entender.
Sea como fuere, es otro punto de inflexión más, otro motivo para replantearse las cosas, y otro argumento para aquellas casas de luces rojas en dónde el amor tiene un precio y dura lo que tardas en salir.

domingo, 20 de marzo de 2011

Déjame que te diga

"Te has hecho daño, déjame ver". Y le cogió la mano mirándola a los ojos, buscando un rincón en sus ojos en el que sentarse junto a ella. Mientras le sostenía su mano con su mano derecha, pasaba la izquierda por encima, acariciándola, invitándola a extender sus contraídos dedos y a que se relajase un poco. La mueca de dolor que lucía se fué transformando en una expresión a medio camino entre la extrañeza y la diversión; se perdió en aquella mirada que notaba dentro de sí, aquella mirada cálida que se había colado en su universo personal.
Él encontró rápidamente el gesto exacto para aliviar la pequeña contusión de aquella mano cada vez más relajada y que poco a poco, conforme desaparecía el tullimiento, iba buscando el tacto ajeno y se acomodaba encajando con la mano que la sujetaba. Una sutil sonrisa se asomó en su rostro cuando comprobó que al dar por terminado el tratamiento, ella no quiso soltarle; aún así la liberó y ella respondió acurrucándose junto a él y abrazándole por debajo de la cintura.
A partir de ahí, él dió por concluida su intervención, ya que el diálogo que rodeaba a aquella escena no iba con él, actante secundario, y ella quería aprovechar algo tan simple y gratificante como un simple buen y pequeño momento dentro de la línia de la vida para jugar a un juego que estaba desvirtuando una caricia demasiado valiosa como para acabar siendo una coartada argumentatiba.
Desentendiéndose de todo aquello, se despidió y se fué calle abajo, pensando para sí que tarde o temprano alguien dará verdaderamente por buena su caricia y le enseñará aquello que aquella mujer que no supo disfrutarla jamás le hubiese podido enseñar.