miércoles, 12 de noviembre de 2008

versos pechosos

Comiendo una mandarina, dediqué un pensamiento,
algo tenso y muy intenso, me lo quedé para adentro.
Bajando unas escaleras, tuve palabras interiores,
muchas y muy buenas, más vivas que los olores.
Andando sin rumbo, me leí un cuento,
no había dragones ni princesas, ni el más leve remordimiento.

Si acaso duelen los propósitos incumplidos y las palabras calladas,
digo yo que a la par o más duelen, unas pelotas chutadas.
Pelotas chutadas fuera, o al bien hablar, balones,
pero no ocultaremos la metáfora de las pelotas por cojones.

Por decir no digo nada,
que luego todo se sabe.
Que reste la boca cerrada,
que se pierda la llave;
y aún no estará la jornada terminada
sin ver a un gilipollas que la abre.

No me sientan bien las cosas,
quizás por falta de agallas.
pero lo que realmente mal me sienta
es ir vestido con mallas.

Tengo tanto, que tanto tuve,
que por tener todo tengo
mi cerebro en una nube.

A ver quién la suelta más grande,
a ver quién la grita más alta.
Que yo seré burro ande o no ande,
y me multiplico con o sin malta.

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