jueves, 6 de noviembre de 2008

contrachapados

- Que nadie se levante de la mesa
Aquella orden resonó en la cabeza de los tres comensales, pero más que una orden les pareció un atisvo de salvación, una esquirla de solución ante la angustiosa situación. Aquel que esperaba de pie miró uno por uno, buscando unos ojos que estaban clavados en el mantel, todos menos unos ojos de mirada perdida en un rostro escabrosamente tranquilo para como estaba el percal.
- No lo voy a repetir otra vez, ahora mismo...
- Ahora mismo nadie va a levantarse de la mesa, así que no insistas. Vete, porque yo tampoco lo voy a repetir.
El mundo se detuvo. Bravas dos frases acababan de sonar, a cual más desafiante. Los tres comensales cabizbajos iniciaron un viaje retrospectivo, estaban muy tensos y nada dispuestos a mover un sólo músculo, cualesquiera que fuese el desenlace.
Auel que esperaba de pie se puso rojo de ira, apenas controlaba el tembleque que le recorría el cuerpo. Se abalanzó sobre la mesa y sonó un trueno que retumbó toda la sala; su cuerpo dió de rodillas en el suelo y los ojos de mirada perdida se encontraron con unos ojos abiertos como platos.
- No te soprendas, ya te lo dije. Ahora, fin.
Otro trueno fue el preludio al movimiento inerte de un cuerpo dando de bruces contra el suelo. Aquella cara escabrosamente tranquila inspiró suavemente y busco entre los ojos que habían abandonado el mantel y ahora se cruzaban con los suyos. Un tercer trueno convirtió a tres comensales en dos.
- Cuando alguien te acoge en su mesa poco ha de esperar a cambio que no sea gentileza, hasta un sencillo postre o una botella a compartir es bienvenida, pero no es nada apropiado traer algo que tú no te quieres comer.

No hay comentarios: