miércoles, 8 de octubre de 2008

pasó por su cabeza...

Hacía mucho, mucho tiempo que ya no me afeitaba, mis ropas aparentaban cincuenta años más de lo que ya tenían, y mi cuerpo exarcebaba el olor humano. Ya no tenía nada claro si el agua era verdaderamente transparente e insípida y creo que mi estómago no hubiese tolerado nada que no tuviese gusanos. La apatía de mis hombres era tal que tardé varios días en darme cuenta que algunos de ellos estaban muertos.
Abandonados.... Estaba al mando de un olvido, de un mal recuerdo, de algo que nunca debió pasar, pero que pasó. Aún a día de hoy no sabría decir cuanto tiempo duró todo aquello...
Cumplimos rápido, el objetivo era claro y las órdenes cristalinas; localizar el objetivo, cumplir con la misión y esperar en el punto de recogida. Esperar en el punto de recogida. Esperar en el punto de recogida. Esperar.
No entiendo de dónde saqué los argumentos para quedarme, para permanecer junto a un puñado de hombres que se pensaban que hacían lo correcto y que hacían de mi palabra su voluntad, aún y cuando les costaba la vida. Tampoco recuerdo qué me hizo levantar y decidir después de tanto absurdo, que teníamos que marcharnos; tal vez, la sensación de hablar solo, o tal vez porque estaba harto de esperar ante un montón de huesos y carne podrida, no lo se...pero me levanté, y me fuí de ahí solo.
Ahora estoy aquí, intentanto rellenar el rompecabezas que la locura trazó en mi cabeza, con un nombre que no me paro de repetir, una dirección, unas palabras, y una pistola con un cargador a medias que cada noche me hace plantearme la misma pregunta y cuya solución pasa inexorablemente con ver el siguiente amanecer.
Abandonados...

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