sábado, 7 de junio de 2008

Sin título por no haberlo

Pasan desapercibidas las palabras y no corren mejor suerte por ser escritas o dichas, simplemente pasan desapercibidas. Digan lo que digan esas palabras, quedan reducidas a lo que se quiera obtener de ellas al recibirlas; bienaventuradas aquellas palabras que son acogidas con plenitud, pues ellas representarán aquello para lo que fueron concebidas y su mensaje no quedará a la deriba del extenso mar de la divagación.
No se qué decirte, no se qué darte, no se qué hacer mas que estar cerca, tan cerca como siempre he estado, y en silencio. Esta vez no puedo hablar sin que suene a más de lo mismo, a nada, a barato, por mucha verdad que mencione y muy sentido que sea el tono, esta vez, no se qué decirte.
Quisiera ser otro yo, un yo que te proporcione lo que necesitas, pero solo soy yo, y como siempre, es lo mejor que te puedo dar.
En mis abrazos te subrayo, en mis pensamientos te escribo con mayúsculas, y en mis sentimientos te abrazo y te pienso. Pero sigo siendo yo.
Creo en tí como en mí mismo, eres mi fe y parte de mi credo. Tus risas me laurean, el saberte me reafirma, porque siendo tú, sigo siendo yo. No puedo caer cuando caes, no puedo llorar cuando lloras, y no puedo aliviar cuando te duele, pero sigo siendo yo, y más si se trata de tí.
Este saco es muy pequeño para todo lo que hay que meter dentro, mi cielo, pero coseremos uno más grande que cargue sobre dos espaldas hasta que deje de pesar, hasta que deje de ser necesario, hasta que no haya saco.

No hay comentarios: