domingo, 15 de junio de 2008

Parchís, jesús

Y esta mañana, a mi partida, su ventana estaba vacía, ergo no pude dedicarle la hazaña venidera de dudoso desenlace y mucho menos encomendarme a su gracia ni ser bendecido por su beneplácito. Armado, repleto de coraje y de propósito claro y conciso, esta mañana me dirigía al destino con la merma del vacío de su presencia; no eran buenos augurios pero tampoco excusa para anular la cruzada.
Esta tarde he llegado al campo de batalla y estaba vacío... Ni señal del enemigo, ni rastro de algún indicio que me indicara que había habido presencia alguna anterior a la mía, un paraje desierto y solitario. La primera impresión era que había errado en la ruta, pero no era así, quizás en el momento de llegada...pero tampoco, cumplía todos los requisitos de la cita. No me ha quedado más remedio que permanecer alerta y aguardar la llegada del rival.
Ya es de noche, he perdido un poco la compostura, la motivación y casi el sentido de mi presencia en este lugar, y ha sido justo en el momento en el que esta reflexión ha venido a mi cuando me he dado cuenta de que en ningún momento estaba equivocado en nada, a excepción de una sola cosa; el enemigo había partido conmigo, estaba en el lugar a la hora acordada desde el momento que pisé el campo de batalla, y aguardaba tanto como yo.
Viven en mí los demonios y los ángeles que hacen de mi vida las desventuras y venturas con las que consigo obtener una razón para existir. Viven en mí en lucha constante, siendo mi papel el de todos ellos y el de ninguno; soy reo, acusador, defensor, juez y jurado, verdugo y salvador de un mundo que apenas se dislumbra desde mi interior, y que cuya lucha pierde sentido cuando, por las mañanas, al partir, solo contemplo una ventana vacía.

No hay comentarios: