lunes, 12 de enero de 2009

encendiendo la radio y el cúbito

El día que tu estabas de oferta, yo había olvidado el tabaco en otra chaqueta.
Ese día, tu y yo ya habíamos fumado.

Posiblemente haya elegido un canal erróneo. Posiblemente no me escuche nadie, pero sólo con emitir hoy, habrá más que suficiente.
Soy el único superviviente de un cataclismo que lleva treinta años perpetrándose en mi cabeza día tras día. Una revolución ininterrumpida a la que no ha sobrevivido un gobierno el tiempo suficiente como para que nadie se acuerde de él, tan sólo las imágenes y un nombre que nunca cambiará sirven de referencia al mundo que ha de existir fuera de estos muros, fuera de mi cabeza.
No es esta la primera vez que el silencio reina aqui dentro, que todo parece claro, que todo parece sólido, y es quizás por eso, porque no es la primera vez que pasa, que no me alegro, pero me siento feliz.
En todos los momentos que han sido como este, ha habido una constante, una sensación... algo que me ha hecho recobrar el sentido, que me ha dado razones y motivos, que me ha dado la razón y que me ha alentado a seguir con esta caótica revolución, pues algún día me apoderaré de la sonrisa perpétua, de la constancia del bien, del poder inagotable de seguir, de olvidar un fin, y de ganar al miedo de ganar. En este momento, tan parecido a otros, me convence lo que veo, y estoy convencido de que se puede.
Fin de emisión.

El día que tu estabas de oferta, yo sabía sin saber lo que iba a pasar.
Ese día, tu y yo estábamos pasando

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